La fotografía para mí no es mirar, es sentir.
Desde pequeña llevaba un lápiz en la mano, soñando con contar el mundo a través de las letras. Estudié Periodismo, buscando que las palabras le dieran forma a lo que sentía. Pero, con el tiempo, cambié la pluma por la cámara: descubrí que algunas emociones no se expresan con palabras, sino con luz, silencio y encuadre.
Empecé en el ámbito social y en producción audiovisual: retratos, eventos, grabaciones. Me crucé con muchas historias, conocí muchas personas, aprendí lo esencial del lenguaje visual. Pero con el paso de los años, esa modalidad dejó de emocionarme del todo. Sentía que había algo más vivo, más íntimo, más permanente.
Así fue que la fotografía de arquitectura me encontró a mí. Me cautivó su capacidad de conectar proyecto y persona, espacio y emoción, forma y contexto. Desde entonces, he querido contar la arquitectura con otra mirada: menos técnica, más social. Mostrar no solo lo que se ve, sino también lo que se siente al habitar un espacio.
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